Era extraño que la mitad de las sillas de la sala de reuniones estuvieran vacías y aún no hubiera sitio para sentarse. Kyle pensó en sus opciones, intentando elegir el menor de varios males, consciente de que había llegado diez minutos antes y que le esperaban problemas mayores.
Se decidió por una silla a la izquierda, en la fila detrás de Loveless y delante de Zacchini. Así podría tener antojos extraños o destellos repentinos de imágenes no relacionadas durante las próximas dos horas, pero podría manejarlo. Ninguna de estas cosas dañaría a nadie a su alrededor. La comisaría no tenía suficientes agentes para llenar la sala, así que nadie tendría que sentarse cerca de él.
Aunque siempre había alguien a quien se le olvidaba.
Krisk entró arrastrando los pies, parpadeó lentamente hacia Kyle con sus dorados ojos de pupilas rasgadas y se dirigió al otro lado de la sala. Nadie podía explicarle cómo Krisk había logrado pasar la academia de policía, ni por qué había querido hacerlo. El hombre lagarto parecía entender el lenguaje humano, aunque nunca hablaba y la legalidad de sus arrestos debía de ser cuestionable.
Gatling, Lourdes y Wolf entraron con los ojos vidriosos por haber madrugado, pero estaban lo suficientemente atentos como para evitar el lado de Kyle en la sala. Solo Lourdes tenía razones para preocuparse, pero se estaba volviendo un hábito para sus colegas de departamento el alejarse de él.
Escucharon firme tic-tic-tic militar de los tacones de la teniente Dunfee desde el pasillo y todos se apresuraron a acomodarse, con la mirada al frente y al menos, fingiendo poner atención. Mientras pasaba, le dio una palmadita desprevenida en el hombro a Kyle, quizás para recordarle que ella, al menos, no tenía por qué temer sus habilidades.
La teniente golpeó sus papeles directamente sobre el pódium al frente de la sala, con la mirada fija en sus oficiales uno por uno. “Buenos días, damas y caba...”
La interrumpieron unos pasos apresurados cuando el oficial Virago se detuvo en el pasillo y luego cambió de rumbo para entrar corriendo en la sala de reuniones.
“Maldita sea, Vance, si no puedes llegar a tiempo, no hagas semejante espectáculo para honrarnos con tu presencia,” espetó la teniente Dunfee.
Virago le dirigió una sonrisa impenitente y se sentó dos sillas más allá de Kyle. Normalmente, Kyle se habría movido o le habría advertido que se alejara, pero la teniente volvía a hablar. Interrumpirla una segunda vez, ahora que había empezado a pasar lista, no parecía la mejor idea. Puedo mantener la calma. Solo unos minutos. No tiene que pasar nada.
“¿Loveless?”
Frente a Kyle, Carrington Loveless III levantó lánguidamente su mano blanca como un malvavisco.
¿Ves? No pasa nada. Está bien.
“¿Monroe?”
Kyle levantó la mano para indicar su presencia y una llamarada surgió de sus dedos para estrellarse contra el techo. Bajó la mano de un tirón, metió ambas manos bajo los muslos y se encogió entre una lluvia de pedazos de plafón quemados y mortificaciones.
“¡Presente!”, exclamó con voz ahogada.
“¡Vance! ¡Muévete!”, bramó la teniente. “¡Joder, puedes ser más consciente!”
Virago se levantó de su asiento y se sentó junto a la pared opuesta. “¡Está lloviendo, señora! ¿Yo cómo voy a saber que Kirby iba a copiar mi poder si ni siquiera puedo sacar una jodida chispa?”
“Cuida tus palabras, ¿y qué te dije sobre ese apodo?”
Virago agachó la cabeza murmurando una disculpa, pero Kyle oyó a más de una persona decir que el apodo le quedaba demasiado bien.
“Disculpe, señora.”
“Está fuera de tu alcance, Monroe. Pero al menos estos otros imbéciles están un poco más conscientes de qué tanto se acercan a ti.”
“Sí, señora.”
Con un gesto de exasperación, negó con la cabeza, terminó de pasar lista, confirmó las asignaciones y luego hizo un gesto a un desconocido de la primera fila. “Chicos y chicas, él es nuestro nuevo oficial, Vikash Soren".
Kyle se enderezó en su asiento, ladeándose para ver entre las cabezas que tenía delante. Soren parecía el ejemplo perfecto de policía modelo: alto y erguido, con el uniforme impecable y elegante. Estaba de pie junto a la teniente, observando impasible a sus nuevos colegas. Un poco de resentimiento se formó en el estómago de Kyle. Cuando fue su propia presentación en la 77, estaba nervioso e inquieto, asustado por la colección de... bichos raros. ¿Cómo podía este oficial estar tan tranquilo?
“El Oficial Soren, transferido del Departamento de Policía de Harrisburg..."
“¿No tienen ya suficientes frikis por ahí?”, gritó Wolf con su gruñido áspero.
“Como Harrisburg está en nuestra jurisdicción”, continuó la teniente callándolo con la mirada, “empezará como compañero de Monroe.”
“¿Y él qué hace, señora? ¿Si es seguro ponerlo con Kirby, digo, con Kyle?”, preguntó Shira Lourdes mientras lanzaba miradas nerviosas a Kyle desde el otro lado de la sala. Una silla vacía se deslizó lejos de ella y cayó al suelo. Su compañero, Greg Santos, negó con la cabeza y acomodó el pobre mueble.
“Las habilidades del oficial Soren son algo privado y ya él decidirá si quiere contarles o no. Así que ni se les ocurra burlarse de eso… a ninguno de ustedes.” La teniente Dunfee volvió a recorrer la sala, clavando su mirada penetrante en cada uno de sus oficiales como si fueran mariposas en cautiverio. “Monroe, a mi oficina después de la sesión. Información sobre tu caso actual.”
Los despidió, saliendo de la sala con ojos nublados. Kyle se acercó al nuevo, tratando de no verse incómodo. ¿Le habría ofrecido la mano? ¿Sería seguro? ¿Se estremecería el tipo como tanta gente al ver las manos de Kyle llenas de cicatrices? De cerca, Soren era aún más alto: 1.90 metros de esbelta inescrutabilidad, con sus ojos azules brillando sorprendentemente contra su piel bronceada.
“Eh, hola, soy Kyle Monroe.” Kyle se puso nervioso al ver que Soren tampoco le ofrecía la mano. “Por lo visto te tocó conmigo. Te voy a enseñar nuestro lugar en la sala de la brigada.”
Soren lo siguió en silencio y Kyle empezó a preguntarse si sería como Krisk en lo de no hablar, hasta que finalmente habló con un suave timbre de barítono, que lo sobresaltó e hizo que se tropezara. “¿Por qué te dicen Kirby?”
“Supongo que tarde o temprano lo tendrá que saber.” Kyle se encogió de hombros. “Es porque en ciertos momentos replico el talento de los demás si me tocan o están cerca de mí. Como Kirby, el monito rosa del videojuego."
“Ah.”
¿Solo eso? Soren no se apartó ni cambió de expresión. ¿Era de piedra? “Es algo que tengo. Aquí todos tenemos algo.”
Después de unos pasos más, Soren preguntó, “¿Siempre?”
“¿Cómo...? ¿Siempre he sido así? No creo… Bueno, a lo mejor antes sí podía replicar algunos pensamientos dispersos, pero no… Esto es muy nuevo. Digo, que yo sepa”
Kyle señaló un amplio arco alrededor de Vance al entrar en la sala de la brigada, apuntando al escritorio doble en el rincón más alejado, bien apartado de todos los demás. “Ese es el nuestro. Ahí está el café, aunque tal vez no se te antoje. Déjame tomar mi expediente y vamos a ver a la teniente”.
Un aleteo sonó en lo alto: un brillante destello de plumas que pasó frente a Kyle y aterrizó en el escritorio de Carrington, al fondo de la sala. Con un graznido estridente, el cuervo rosa y azul neón plegó las alas y se contoneó para morder el bolígrafo de Carrington.
“¡Ya basta, Edgar!”
“¡No cogerías ni en una orgía!”, graznó Edgar, tomando el bolígrafo de nuevo.
Carrington suspiró y le entregó el bolígrafo. “Listo. Vete a jugar. No te vayas a llenar las patas de tinta.”
Edgar tomó el bolígrafo con su pico color Pepto-Bismol y voló a su percha al otro lado de la habitación, donde gritó, “¡Vete mucho a la mierda!”. Luego procedió a dibujar líneas al azar en el papel pegado junto a su percha para sus ‘proyectos de arte de Edgar’.
“¿Y qué hay de ti, Soren?”, preguntó Vance desde el otro lado de la sala de la brigada. “¿Qué tienes de fenómeno?”.
“Sí, ¿cuál es tu talento?”. Dijo Jeff Gatling dejando de teletransportar su plátano de una esquina a otra de su escritorio.
“La verdad es que no tengo ninguno en particular”, respondió Soren mientras levantaba la cafetera vacía. “Supongo que me tocará poner el café, ya que soy el nuevo.”
Abrió la tapa para quitar el filtro y todas las voces en la sala de la brigada gritaron: “¡No!”.
La mayoría se habría asustado, tal vez habría dejado caer la jarra, pero Soren simplemente parpadeó al ver a la gente gesticulando descontroladamente. Sacó el filtro y lo sacudió en la basura. “¿Por qué no?”
“Desearías no haber hecho eso.” Kyle se quedó junto a su escritorio, a una distancia prudencial de la cafetera. “Eso le toca a Larry.”
“Entonces Larry no me sigue el ritmo.”
El envase de edulcorantes empezó a vibrar. Se tambaleó sobre la mesa y cayó al suelo, esparciendo fragmentos de cerámica por el suelo. El escritorio que compartían Krisk y Wolf se despegó unos centímetros del suelo y luego volvió a caer de golpe. Wolf huyó con un aullido justo antes de que el escritorio se volcara.
Soren miró a Kyle. “Larry no es policía, ¿verdad?”
“¡Es… era un policía! Ya murió… Larry es un fantasma. Se pone loco si alguien más prepara el café. ¡Devuélvelo, por favor!”
“¿Larry?” Soren alzó la voz, permaneciendo aparentemente imperturbable. “Soy nuevo aquí. Siento mucho haber invadido tu jurisdicción. ¿Ves? Estoy volviendo a colocar la jarra. Cerrando la tapa. ¿Todo bien, Larry?”
Una brisa azotó una pila de papeles, pero no pasó a mayores. La jarra se deslizó de su base sobre la cafetera y flotó hasta el dispensador de agua, donde Larry, que nunca se manifestaba de forma visible, silbaba desafinadamente mientras llenaba la jarra.
Desde su rincón oscuro de la habitación, Carrington dijo con su tono seco y gentil, “Bienvenido a la Isla de los Fenómenos Inadaptados.”